martes, 4 de septiembre de 2012

El Nobel de la Paz sudafricano pide juzgar a Bush y Blair por la guerra en Irak


Morsi presenta su tarjeta de visita
Las circunstancias políticas que rodearon la muerte de Yaser Arafat
Falleció investigador de EE.UU. que vinculó a Posada con asesinato de JFK










El Nobel de la Paz sudafricano pide juzgar a Bush y Blair por la guerra en Irak

RED VOLTAIRE | 3 DE SEPTIEMBRE DE 2012http://www.voltairenet.org/squelettes/elements/images/ligne-rouge.gif
El ex primer ministro británico, Tony Blair, y el ex presidente de EE.UU., George W. Bush, deberían comparecer ante la Corte Penal Internacional en La Haya por contribuir a desencadenar de la guerra de Irak en 2003, opina el sudafricano Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz.
Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz , ex arzobispo de la Iglesia Anglicana de Sudafrica y duro crítico de la guerra de Irak, hizo un llamamiento a los ex líderes de EE.UU. y el Reino Unido a que asuman "la responsabilidad de sus acciones" respeto a la guerra en Irak.
El Premio Nobel denunció a través de un artículo publicado en el diario británico ’The Observer’ que Tony Blair y George Bush falsificaron los datos sobre las armas de destrucción masiva en Irak para provocar una guerra en el país que desestabilizó la situación en Oriente Próximo, y que preparó el terreno para la actual situación que atraviesa Siria, y para un posible conflicto de mayor escala, con la participación de Irán.
“Los líderes de entonces de EE.UU. [George Bush] y de Reino Unido [Tony Blair] fabricaron el escenario para comportarse como matones de patio [...]. Nos llevaron al abismo donde nos encontramos ahora; con el espectro de Siria e Irán ante nosotros", escribe Tutu.
Por su parte, Tony Blair reaccionó a estas acusaciones, afirmando que, pese al "mucho respeto" que le merece el arzobispo Tutu por su lucha contra el apartheid, un problema sobre el que -asegura- comparte la misma posición, considera que "repetir los mismos bulos de que habíamos falsificado los datos de Inteligencia es completamente erróneo, según muestran los analisis indeoendientes”.
Esta semana Desmond Tutu abandonó la cumbre en Johannesburgo porque se negó a compartir el mismo estrado que Tony Blair, que también estaba presente en el evento.
En ese sentido es toda una verguenza que el argentino Luis Moreno Ocampo, Fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, nunca dijo una palabra. 
Ver:
 Corte Penal Internacional apoya guerra secreta de EEUU en Sudán.


Morsi presenta su tarjeta de visita

por Pepe Escobar
Todos los periodistas investigadores siguen de cerca el comportamiento y los movimientos del señor Morsi para descifrar lo que realmente tiene en la cabeza el nuevo presidente de Egipto, tanto en lo que se refiere a los intereses estratégicos del país, tanto en lo que respeta al mantenimiento de una política soberana. Durante varias décadas el país de los faraones se ha comportado como un simple y humilde sirviente de los propósitos geopolíticos de Washington. Egipto es el país más poblado del Medio Oriente y las masas populares quieren cambio, una zona geográfica en plena ebullición por los apetitos de ciertas potencias extranjeras que conspiran en la región.
RED VOLTAIRE | 3 DE SEPTIEMBRE DE 2012http://www.voltairenet.org/squelettes/elements/images/ligne-rouge.gif
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Mohammed Morsi
Ver también: «Mohammed Morsi reposiciona a Egipto»por Alfredo Jalife-Rahme.
Más vale no meterse en líos con el Hermano Musulmán Morsi.
Directamente después de China «comunista» –donde recibió una acogida de alfombra roja del presidente Hu Jintao y del vicepresidente Xi Jinping– el presidente egipcio aterriza en el “maligno” Irán como un verdadero dirigente mundial árabe. [1]
Imaginad un sondeo en Tampa, Florida, entre delegados a la convención republicana que unge al artero dúo Mitt Romney-Paul Ryan como su candidatura presidencial. Es probable que Mursi sería juzgado peor que Hitler (¡oh, no! ese era Sadam. O tal vez Osama. O tal vez Ahmadineyad...)
Tampa-Teherán. La suprema instantánea de la actual división geopolítica. Por una parte, los del 1% clamando sangre, de Barack Obama o de diversos musulmanes. Por la otra, la masa de la verdadera «comunidad internacional» prácticamente todo el Sur global (incluidos observadores como China, Brasil, Argentina y México) que se niega a ceder a los dictados imperiales militares y financieros. Reafirmando sus impecables credenciales periodísticas, los medios corporativos de EE.UU. lo descartan todo como solo una «francachela del Tercer Mundo».
En todo caso, la gran noticia es que Egipto ha vuelto. En otras palabras, el eje Washington-Tel Aviv está apopléjico.
Es posible que Morsi esté caminando de lado a lado como el proverbial egipcio en la imaginación popular. En realidad está avanzando permanentemente. A esta altura es obvio que la nueva política exterior de Egipto se concentra en la restauración de El Cairo, históricamente centro intelectual del mundo árabe, a su posición de liderazgo usurpada por los bárbaros ricos petroleros de la Casa de Saud durante todas las décadas en las que Egipto fue un simple humilde sirviente de los propósitos geopolíticos de Washington.
Esos fueron los días (pasados hace tiempo) –hace más de tres décadas– cuando Teherán rompió relaciones con El Cairo porque Egipto firmó los acuerdos de Camp David. La presencia de Morsi en la Cumbre del Movimiento de No Alineados (MNA) en Teherán podrá no significar todavía el retorno de relaciones diplomáticas plenas, como ha estado divulgando el portavoz de Mursi Yasser Ali. Pero es un golpe diplomático sensacional.
Comienza el nuevo gran juego
Conviene hacer una rápida recapitulación. El primer viaje crucial de Morsi al extranjero fue a Arabia Saudí, a la reunión de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) en La Meca. La Casa de Saud considera con extrema sospecha a la Hermandad Musulmana, para decir lo menos. Inmediatamente después, Morsi recibió una visita personal del emir de Catar y un cheque por 2 millones de dólares sin condiciones; luego despidió de inmediato a los antiguos dirigentes del orwelliano Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF).
Mientras tanto, Morsi ya había lanzado el plan de Egipto para resolver la interminable tragedia siria: un grupo de contacto que uniera a Egipto, Irán, Turquía y Arabia Saudí. Ninguna solución siria se logrará sin esos protagonistas extranjeros esenciales, y Egipto tendrá cuidado de posicionarse como mediador entre los intereses de Irán y de Turquía y Arabia Saudí (que viene a ser lo mismo; en 2008 Turquía firmó un acuerdo estratégico, político, económico y de seguridad con el CCG).
De un solo golpe, Morsi cortó la cabeza de una falsa serpiente vendida a Washington durante años por el rey jordano Playstation y la Casa de Saud: que una «maligna» media luna chií de Irán a Líbano a través de Irak y Siria debilitaba la «estabilidad» de Medio Oriente.
Lo que en realidad temen el rey Abdullah de Arabia Saudí y el más joven Abdullah II de Jordania es la agitación y la ira de sus propias poblaciones, para no hablar de la simple idea de democracia; es fácil culpar al chiismo incontrolado de todo porque Washington es suficientemente crédulo, o expedito, para aceptarlo todo.
El mito de la «media luna chií» puede desenmascararse de muchas maneras. La que sigue es solo una que yo he visto en persona, en el lugar, durante bastante tiempo a mediados de los años 2000. Teherán sabe que la mayoría del poderoso clero de Irak es totalmente adverso al concepto jomeinista de la República Islámica. No es sorprendente que Teherán esté muy preocupado por el renacimiento de Najaf en Irak como principal ciudad sagrada del Islam chií, en detrimento de Qom en Irán.
Washington acepta esa propaganda porque es central para el Nuevo Gran Juego. Sea cual sea el gobierno, de Bush a Obama y más allá, una obsesión clave de Washington es neutralizar lo que se considera el eje chií de Líbano, a través de Siria e Irak, pasando por Irán hasta llegar a Afganistán.
Una simple mirada al mapa nos dice que este eje está en el centro del enorme despliegue militar de EE.UU. en Asia, frentando a China y Rusia. Obviamente la mejor inteligencia de Pekín Moscú lo ha identificado durante años.
Rusos y chinos ven cómo el Pentágono «administra» –indirectamente– una gran parte de las reservas de petróleo de la región, incluido el noreste chií de Arabia Saudí. Y ven cómo Irán –como centro de gravedad de toda la región– no puede dejar de ser la suprema obsesión de Washington. El lío nuclear es solo un pretexto, en realidad el único. En última instancia, no se trata de destruir Irán, sino de subyugarlo a la condición de aliado dócil.
En este duro tejemaneje entra en juego el Hermano Morsi, volviendo a mezclar las cartas con la rapidez de un croupier en Macao empleado por Sheldon Adelson. Lo que podría haber tardado meses y tal vez años, la marginación de los antiguos dirigentes del SCAF, que Catar sea privilegiado en detrimento de Arabia Saudí, una visita presidencial a Teherán, que Egipto llegue a ser un líder del mundo árabe, lo ha logrado solo en dos meses.
Desde luego, todo dependerá de cómo se desarrolle la relación entre Egipto e Irán y de si Catar –e incluso Irán– logran ayudar a que la Hermandad Musulmana salve a Egipto del colapso (no hay dinero para nada; un déficit anual de 36.000 millones de dólares; casi la mitad de la población es analfabeta y el país importa la mitad de sus alimentos).
De vuelta a Camp David
El problema inmediato con el grupo de contacto de Egipto para Siria es que Turquía –en otra expresión de su espectacularmente contraproducente política exterior– decidió boicotear la reunión del MNA. Pero Egipto se mantiene impertérrito y propone agregar a Irak y Argelia al grupo de contacto. [2]
Y llega Teherán con otra «arrolladora» propuesta diplomática, según el Ministerio de Exteriores; una troika del MNA de Egipto, Irán y Venezuela, más los vecinos de Siria, Irak y Líbano. De modo que todos quieren hablar, además de Turquía, como muestra la evidencia. La propuesta de Teherán está totalmente apoyada por Rusia.
Y justo mientras la cobertura mediática corporativa estadounidense disfrutaba de los discursos de odio en la convención de millonarios de Tampa, el «aislado» supremo líder de Irán, Ayatolá Jamenei, se reúne con el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon y pide un Medio Oriente libre de armas nucleares. [3]
No es exactamente la posición de un «nuevo Hitler» que quiere una bomba nuclear… lo antes posible, como discursea incesantemente el belicista dúo Bibi-Barak. Y ciertamente una denuncia muy popular del Sur global de la cósmica hipocresía de Washington al ignorar deliberadamente el arsenal nuclear de Israel mientras presiona a Irán por su programa nuclear.
Sobra decir que los medios corporativos de EE.UU. no informan nada al respecto.
Mientras tanto, todos los ojos del Sur global se centran en Morsi. Tal como van las cosas, no es exagerado imaginar que la Hermandad Musulmana juegue más temprano que tarde la carta de Camp David. En ese caso, hay que esperar que Washington se enfurezca, e incluso que viaje por el tiempo hasta la Latinoamérica de los años setenta, promoviendo (otro) golpe militar.
El resultado final, es que si la Hermandad Musulmana articula realmente una política exterior independiente durante los próximos meses, incluso un indicio de que Camp David debería volver a negociarse (más de un 90% de los egipcios lo apoyaría), más vale que el belicista dúo Bibi-Barak sea realista.


Las circunstancias políticas que rodearon la muerte de Yaser Arafat

por Thierry Meyssan
El 11 de noviembre de 2004 fallecía el presidente Yaser Arafat en un hospital militar francés. Su muerte dio lugar en aquel entonces a una polémica sobre el origen de su envenenamiento. Sólo mucho más tarde, cuando el movimiento Hamas descubre una serie de documentos en los archivos personales del ministro Mohamed Dahlan, logran reunirse las pruebas del complot. Yaser Arafat fue asesinado por orden de Israel y de Estados Unidos, pero el crimen fue cometido por palestinos. Thierry Meyssan describe las circunstancias políticas que dieron lugar a la eliminación del presidente palestino.
RED VOLTAIRE | BEIRUT (LÍBANO) | 9 DE DICIEMBRE DE 2010http://www.voltairenet.org/squelettes/elements/images/ligne-rouge.gif

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Mohammed Dahlan y Mahmud Abbas.
La llegada de George W. Bush al poder, en enero de 2001, y la del general Ariel Sharon, en marzo de 2001 y en plena Intifada, marcan un cambio radical en la política hacia los palestinos. Este periodo coincide con la entrega del informe del senador George Mitchell sobre las responsabilidades compartidas en la continuación del conflicto. El presidente Bush designa a un experimentado diplomático, William Burns, como su representante en el Medio Oriente. Junto al director de la CIA, George Tenet, Burns elabora un documento de 6 puntos para el alcance de un cese del fuego. El 26 de junio, Sharon y Bush analizan el plan en la Casa Blanca.
En realidad se trata de una simple puesta en escena. La reapertura de las vías de circulación en los territorios ocupados se subordina al cese inmediato y total de las hostilidades. En otros términos, las medidas represivas en los territorios ocupados no se suspenderán mientras los palestinos no renuncien incondicionalmente a la resistencia armada. Sharon y Bush se ponen de acuerdo sobre la adopción de un discurso que estigmatiza al presidente Yaser Arafat y lo hace responsable de la continuación de las hostilidades: es «el terrorista» por excelencia y los dos países tienen que unirse para enfrentar el «terrorismo». 
Por consiguiente, el general Sharon decide aplicar en lo adelante la estrategia de los «asesinatos selectivos» contra los dirigentes políticos palestinos. El primero en ser eliminado será Abu Ali Mustafa, uno de los jefes de la OLP.
Se producen entonces los atentados del 11 de septiembre de 2001, la retórica anterior se incorpora sin problemas a la de la «guerra contra el terrorismo». En la mañana del 11 de septiembre los medios de difusión incluso divulgan una declaración en la que un grupo palestino reclama la autoría de los atentados mientras que Israel cierra todas sus representaciones diplomáticas a través del mundo. Imágenes de unos 15 palestinos que gritan de alegría antes los daños causados a Estados Unidos dan la vuelta al mundo. En definitiva, la responsabilidad de los palestinos será descartada durante el transcurso del día y los atentados serán atribuidos a un grupúsculo instalado en Afganistán.
Para cerrar este capítulo, Yaser Arafat se presentará en un hospital para donar su sangre para las víctimas estadounidenses. Pero la oportunidad es demasiado propicia para dejar de aprovecharla. Los dirigentes israelíes multiplican sus declaraciones de condolencia por las víctimas comparando los sufrimientos de los estadounidenses con los de los israelíes. Ariel Sharon califica a la Autoridad Palestina de «organización que apoya el terrorismo», mientras que el vocero de la Casa Blanca subraya que Israel tiene derecho a defenderse. Se recurre a la mezcolanza entre Resistencia y terrorismo.
Tel Aviv intensifica las acciones tendientes a aislar al «terrorista» Yaser Arafat. Pero los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea reafirman que el presidente de la Autoridad Palestina es un interlocutor favorable a la paz, mientras que Washington mantiene sus contactos con el viejo líder. Luego de haber comprobado que una solución militar es imposible, el general Sharon traza un plan que establece nuevos límites territoriales en Palestina y que garantiza la continuidad territorial de Israel y de sus colonias mientras que divide los territorios palestinos en dos zonas aisladas entre sí.
Discretamente, Sharon emprende labores de acondicionamiento, en especial la construcción de un muro que marcará la nueva frontera. El plan en su conjunto sólo será revelado posteriormente. El general Sharon se limita, primeramente, a anunciar la creación de «zonas de contención», robadas a los territorios ocupados.
Simultáneamente, una asociación de ex oficiales realiza una campaña de propaganda a favor de una separación entre judíos y árabes decidida unilateralmente por los judíos. Comienza la marcha hacia una forma de apartheid en la que Gaza y Cisjordania harán el papel de bantustanes.
Para desplazar las líneas en el terreno, el gobierno israelí emprende la operación «Muro de protección», traducida a veces como operación «Muralla», apelación que sólo se comprenderá posteriormente. El ejército israelí arrasa parte de Yenin y asedia, en Belén, la Basílica de la Natividad, donde la iglesia católica había dado refugio a varios miembros de la Resistencia palestina.
El general Sharon designa a Yaser Arafat como el «enemigo público de Israel», algo que muchos interpretan como signo de su inminente eliminación. En una solemne alocución televisiva, el primer ministro israelí declara: «El Estado de Israel está en guerra (…) Una guerra sin compromiso contra el terrorismo (…) actividad coordinada y dirigida por Yaser Arafat». Durante 5 meses, las fuerzas israelíes asedian el palacio presidencial en Ramala y declaran esa ciudad «zona militar prohibida». El viejo líder se ve sitiado en unas pocas habitaciones, sin agua ni electricidad. Sharon le propone la partida «sin pasaje de regreso». 
Terminado el asedio, gracias a la presión internacional, Arafat sigue estando confinado, en prisión domiciliaria, entre las ruinas del palacio presidencial.
El príncipe Abdullah de Arabia Saudita propone un plan de paz razonable, que tiene en cuenta los intereses de todas las partes. Lo presenta en la cumbre de la Liga Árabe, en Beirut, en ausencia de Yaser Arafat, quien sigue prisionero en Ramala, y obtiene el apoyo de Estados árabes.
George W. Bush, quien se entrega a un doble juego con William Burns y Donald Rumsfeld por un lado y con Anthony Zini y Colin Powell por el otro, sabotea el plan árabe de paz. El 24 de junio de 2002, Bush se pronuncia por la creación de un Estado palestino, pero pone como condición previa la partida voluntaria del presidente Arafat y el establecimiento de una nueva dirección palestina que no esté «comprometida con el terrorismo».
Está en marcha la lógica que debe conducir al asesinato del viejo líder. Ya nada podrá detenerla.
Washington solicita inútilmente a sus socios del Cuarteto (ONU, Unión Europea, Rusia) que apoyen la partida de Arafat. Después de un atentado que ocasiona 7 muertos en Tel Aviv, el general Sharon ordena poner de nuevo bajo asedio el palacio presidencial. El ejército israelí destruye casi todo el complejo gubernamental y los dirigentes israelíes no esconden sus intenciones de acabar definitivamente con su «enemigo» Arafat. Toda la población palestina manifiesta su apoyo al viejo líder mientras que el Consejo de Seguridad de la ONU vota la resolución 1435 en la que ordena a Israel poner fin inmediatamente a la operación. El ejército israelí levanta el asedio.
En Israel se organizan elecciones anticipadas, cuyo resultado refuerza el poder de Ariel Sharon. Al conformar su nuevo gabinete, Sharon declara sin ambages que va a «llevar a su término la guerra contra el terrorismo, marginar la dirección palestina y crear las condiciones para la aparición de una nueva dirección con la que será posible llegar a una paz verdadera».
Rusia y Francia urgen a Arafat a ceder posiciones para evitar lo peor. El viejo líder acepta crear un puesto de primer ministro y ponerlo en manos de una personalidad que goce de la aceptación de Tel Aviv y de Washington y que pueda conversar con ambos gobiernos para romper el aislamiento. Designa a Mahmud Abbas.
Los dos dirigentes tienen problemas para ponerse de acuerdo sobre la formación del gobierno. Abbas quiere poner las relaciones con las organizaciones de la Resistencia militar en manos del general Mohamed Dahlan, proposición que Arafat rechaza. En definitiva, deciden nombrar a Dahlan como jefe de la policía.
En todo caso, la formación del gobierno palestino no cambia nada. La decisión de matar a Arafat ya está tomada. Ese es incluso el programa oficial del nuevo gobierno de Sharon. El embajador estadounidense William Burns y el primer ministro israelí Ariel Sharon organizan un encuentro secreto con el primer ministro palestino Mahmud Abbas y con el futuro ministro del Interior, Mohamed Dhalan. 
Los conspiradores se ponen de acuerdo sobre los detalles del crimen. Acuerdan asesinar simultáneamente al viejo líder y a los jefes del Hamas, para evitar que estos últimos retomen la antorcha.
El Cuarteto acoge la formación del nuevo gobierno palestino con la publicación de la «hoja de ruta». El gobierno de Sharon aprueba públicamente ese paso, pero transmite secretamente a la Casa Blanca una nota en la que expone 14 reservas que vacían la «hoja de ruta» de su contenido. 
Durante 6 meses, Mahmud Abbas participa en numerosos encuentros internacionales para poner en aplicación las recomendaciones del Cuarteto y es recibido con honores en la Casa Blanca. Pero se descubre que está aceptando compromisos que van más allá de sus competencias, como la promesa –durante la cumbre de Akaba– de poner fin a la resistencia armada sin pedir nada a cambio.
El complot acaba por llegar a oídos del presidente francés Jacques Chirac, quien alerta a su homólogo ruso Vladimir Putin. Francia y Rusia proponen al presidente Arafat evacuarlo inmediatamente de Ramala y darle asilo político en el país de su elección. El viejo líder no acepta. Sabe que si sale de Palestina, nunca podrá regresar.
Para garantizar su propia seguridad, Arafat crea el cargo de consejero de seguridad nacional, que interfiere con las prerrogativas de Abbas y de Dahlan, y lo pone en manos de Jibril Rajub. La tensión alcanza su punto culminante. Abbas presenta su renuncia, y se lleva a Dahlan.
Es en ese momento que Mohammed Dahlan envía una carta al ministro israelí de Defensa, Shaul Mofaz, documento del que se encuentra una copia en los archivos privados de Dahlan cuando este último se da a la fuga. Dahlan escribe: 
«Tenga usted la seguridad de que los días de Arafat están contados. Pero déjenos acabar con él a nuestra manera, no a la de ustedes (…) cumpliré las promesas que hice ante el presidente Bush».
Yaser Arafat nombra primer ministro a Ahmed Qorei. El gobierno de Sharon responde con la adopción del principio de expulsión del presidente de la Autoridad Palestina fuera de Palestina. Los palestinos se manifiestan nuevamente a favor de su líder.
Siria pide al Consejo de Seguridad de la ONU que prohíba la expulsión de Arafat, pero Estados Unidos recurre al veto contra ese proyecto de resolución. Como represalia, los aviones israelíes sobrevuelan el palacio presidencial sirio y bombardean un antiguo campamento palestino cerca de Damasco.
En marzo de 2004, el ejército israelí asesina al jeque Ahmad Yasin, jefe espiritual del Hamas. Este asesinato puede interpretarse como el deseo de decapitar la rama musulmana de la Resistencia para que no pueda sustituir a la rama laica cuando esta sea también decapitada. En la ONU, Washington recurre al veto ante una resolución de condena contra ese crimen. Siguiendo la misma lógica, el ejército israelí asesina un mes después al jefe civil del Hamas, Abdel Aziz al-Rantisi.
Ariel Sharon viaja a Washington y da a conocer el nuevo plan de repartición de Palestina que ya viene aplicando desde hace 3 años. Insiste en que la continuidad territorial israelí exige el desmantelamiento de las colonias demasiado expuestas e indefendibles y en que las tropas israelíes se retirarán de los territorios destinados a los palestinos. Admite la existencia de un proyecto de separación de las poblaciones en entidades étnicamente homogéneas y revela todo el trazado del muro de separación. El presidente Bush le da por escrito la luz verde de Washington y agrega que, debido a «la nueva realidad [existente] en el terreno», el principio de regreso a las fronteras establecidas por la comunidad internacional es ya «irrealista». 
El hecho consumado prevalece ante el derecho.
Como el Consejo de Seguridad de la ONU se niega a condenar las anexiones de territorios que se concretan con la construcción del muro de separación, la Asamblea General pone el caso en manos de la Corte de La Haya para que determine lo que establece el derecho.
En Ramala, Yaser Arafat teme que el ministro del Interior del gobierno de Qorei se haya sumado al complot y decide destituirlo. Ahmed Qormi, quien se siente rechazado, presenta su renuncia. Finalmente, Arafat deroga su decisión. Qormi y su equipo se quedan, incluyendo a los traidores.
Error fatal.
El 21 de octubre de 2004, Yaser Arafat presenta vómitos. Los médicos creen primeramente que se trata de una simple gripe. Su estado empeora rápidamente y su sistema inmunitario se debilita gravemente. A propuesta del presidente francés Jacques Chirac, Arafat acepta salir de Palestina para recibir tratamiento médico. Sabe que su vida corre peligro y que, incluso si se salva, ya no podrá volver a su tierra. En Francia, es internado en un hospital militar especializado. Los médicos no logran aislar el veneno debido a que sus asesinos le han inoculado además el retrovirus del sida, lo cual hace ilegibles todos los exámenes que se le realizan. Cae en estado de coma.
Se anuncia su muerte el 11 de noviembre de 2004, a las 3:30, hora de París. La presidencia de la República Francesa se ocupa de que en el acta de defunción se precise que el presidente de la Autoridad Palestina es una persona nacida en Jerusalén.
Al oponerse el gobierno de Sharon a que Yaser Arafat sea inhumado en Jerusalén, se realizan obsequias de nivel internacional en El Cairo y sus restos son enterrados en Ramala. Los colaboracionistas que habían conspirado con los ocupantes para matarlo no tardarán en apoderarse del poder.


Falleció investigador de EE.UU. que vinculó a Posada con asesinato de JFK

Por Jean-Guy Allard
Gaeton Fonzi periodista e investigador quién, como miembro del Comité Selecto del Congreso sobre Asesinatos, famoso por haber dicho la verdad acerca de la conspiración para el asesinato del presidente John F. Kennedy, entrevistó en una cárcel venezolana los terroristas cubanoamericanos Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, falleció el 30 de agosto en su domicilio de EEUU.
Fonzi, con 76 años de edad, que padecía desde muchos años de la enfermedad de Parkinson, radicaba en Satellite Beach, Florida. Reportero desde 1959 hasta 1972 con el Philadelphia Magazine, era “obsesionado” con el asesinato de John F. Kennedy, dijo su esposa Marie que recordó como iba a Dallas “casi cada año” para participar en debates sobre el controvertido tema.
Después de todo, comentó, fue parte del Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia durante dos años y del Comité Selecto del Congreso sobre Asesinatos, dos otros años más. Su libro sobre el tema, The Last Investigation, es considerado por muchos especialistas como su referencia más respetada.
En una entrevista que otorgo a este periodista en 2004, Fonzi recordó cómo vio a Posada en la cárcel venezolana donde estaba detenido por la destrucción en pleno vuelo de la aeronave de Cubana de Aviación que costó la vida a 73 personas, en 1976.
Leídos a la luz de lo que se descubrió entretanto del terrorista y agente de la CIA, sus comentarios de entonces tienen plena actualidad y confirman aún más el papel jugado por Posada durante más de cuatro décadas por cuenta de la CIA y la forma que se han encubierto sus crímenes para facilitarle un asilo de facto en tierra norteamericana.
Para Fonzi, la carrera de Posada en el mundo de la inteligencia refleja el poder de un gobierno secreto dentro del Gobierno de EE.UU., lo que explica como este terrorista con un historial kilométrico de actividades criminales a menudo atroces, disfruta hoy de una vida de jubilado que le otorgo el mecanismo CIA de protección de sus veteranos crímenes.
Un complot del cubano-americano Antonio Veciana, fundador de Alpha 66, contra el presidente cubano Fidel Castro, planeado para Chile en 1971 – él de los camarógrafos de televisión venezolanos - llamaba la atención de Fonzi y de unos investigadores norteamericanos de la época.
Recordó Fonzi, en la entrevista: "La semilla de ese plan, decía Veciana, había sido plantada por su ‘asesor secreto’, un americano que conoció como Maurice Bishop, alias (lo supimos más tarde) usado por David Atlee Philips antes de que fuera Jefe de la División de la CIA para el Hemisferio Occidental.”
En un testimonio. Veciana dijo que "entre los involucrados en montar la operación, con credenciales de prensa y documentos auténticos de Caracas, se encontraba Luis Posada Carriles", recuerda Fonzi. "Era una tarea fácil para Posada en aquel momento, pues, aunque siempre estuvo en la lista de asalariados de la CIA, trabajaba con la DISIP, la policía secreta venezolana".
Un plan identico a el de Oswald en México
Pero algo más que ese complot interesaba al investigador del asesinato de Kennedy: "No era el plan principal, pero un subcomplot que Veciana identificó como urdido por el cerebro de Posada".
"Al igual que Oswald fue utilizado para ser el chivo expiatorio en la conspiración para asesinar a Kennedy, Posada concibió un plan donde un insospechado coconspirador era creado para ser el ‘chivo’ del complot para el asesinato de Castro. Cuando un impostor de Oswald fue enviado para ser fotografiado entrando en la Embajada cubana en la Ciudad de México, vinculándole así con Castro, Posada usó un individuo parecido a uno de los camarógrafos fotografiados mientras se acercaba para hablar con agentes de la Inteligencia rusa en Caracas cuando, en realidad, sólo pedía fuego para prender su cigarrillo”.
"El experto de contrainteligencia, David Phillips, aseguraría luego, por supuesto, que esas fotos tendrían una distribución mundial después del asesinato de Castro. El plan completo se derrumbó cuando los pistoleros se congelaron en el último momento."
La investigación sobre JFK “fue una farsa”
Cuando fue publicado el informe del Comité Selecto del Congreso sobre el asesinato de Kennedy fue descrito como "una investigación plena y completa", tal y como prevé la ley del Congreso que creó el Comité.
Pero Fonzi tenía una opinión muy distinta: "De hecho, la investigación fue más bien una farsa, desmedrada por restricciones políticas y burocráticas de la CIA. Constantemente fueron impuestas correas a los investigadores del Comité que deseaban excavar más profundamente dentro de lo que parecían áreas cruciales que explorar o importantes sospechosos que entrevistar. Esto me ocurrió mucho a mí y a mi partner en Miami, Al González, un ex as detective de homicidios en Nueva York".
Fonzi y González han hecho presiones durante mucho tiempo sin éxito para realizar entrevistas bajo juramento con Luis Posada y Orlando Bosch. Pero increíblemente sus repetidas solicitudes eran denegadas.
"Nuestra solicitud fue diferida por varias razones, incluyendo la fuerte insistencia del asesor jefe, Robert Blakey, de que el crimen organizado había matado a JFK. La profundidad del esfuerzo o la falta de seguimiento no importaban, mientras se salvaban las apariencias. Pareció obvio, hasta para Blakey, que no investigar a Posada y Bosch resultaría una omisión demasiado visible en el informe final."
En aquel momento, Posada y Bosch se encontraban en la cárcel en Venezuela.
"González y yo fuimos complacidos cuando Blakey nos dio permiso de ir a Venezuela para entrevistarlos, a pesar de que no estarían bajo juramento y la amenaza de posibles cargos adicionales de perjurio”.
Con el permiso de otro terrorista CIA
El colmo: para este encuentro, Fonzi y su colega tuvieron que dirigirse a otro cubanoamericano terrorista de la CIA, Orlando García Vásquez, hombre de confianza del presidente Carlos Andrés Pérez, de conocida reputación.
"Para conseguir entrevistas con Posada y Bosch, tuvimos que reunirnos primero con el jefe venezolano de Seguridad del Estado, Orlando García Vásquez, quien, lo supimos más tarde, era otro exiliado cubano de la lista de pago de la CIA. García fue muy cordial y cooperativo y arregló para nosotros la entrevista con Posada y Bosch, individualmente, en una pequeña sala de visita del Cuartel San Carlos, una cárcel que parecía ser manejada con bastante desenvoltura por las Fuerzas Aéreas venezolanas.
Bosch admitió que era un "buen amigo" de Veciana y que sabía de su complot contra Fidel en Chile en 1971. "Sin embargo, dijo que no había conocido los detalles del plan de parte de Veciana sino de parte de un socio. Este ‘socio’, a partir de otros puntos que Bosch reveló, era obviamente su compañero de cárcel y co-conspirador en la destrucción del avión (Barbados), Luis Posada. Bosch expresó una rabia profunda acerca de que los dos tiradores en el complot en Chile fracasaron. Los llamó cobardes 'bastardos'."
Las francas declaraciones ofrecidas por Bosch contrastaban completamente con lo que obtuvimos de Luis Posada, dijo Fonzi.
"Posada puso sus pies en la mesa, sonrió y admitió muy poco. Pero dijo que no conocía bien a Veciana, que lo vio una o dos veces y que no estuvo implicado con él en el plan de asesinato de Castro. Posada fue deliberadamente vago acerca de la cronología de su asociación con la CIA. Dijo que no recordaba cuándo abandonó la Agencia. También dijo que no conocía a David Atlee Phillips, figura clave de la Agencia en su guerra secreta contra Castro.
"Posada no sabía entonces que el propio Phillips, al saber que el Comité tenía acceso a ciertos archivos de la CIA, admitió que Posada era uno de sus operativos y que trabajó activamente con él en sus actividades chilenas"
Tampoco sabía Posada que Veciana iba a contarlo todo, años más tarde, en el programa de radio de Edmundo García, precisando detalladamente su papel en la conspiración.
"La arrogancia y el desdén con que Posada trató a investigadores oficiales enviados por un Comité del Congreso estadounidense para representar al pueblo de los EE.UU., refleja el poder de un gobierno secreto dentro del Gobierno de EE.UU. Durante por lo menos cuatro décadas, una parte clave del poder de este gobierno secreto implica la influencia política y financiera de la comunidad cubana de Miami”, concluía Fonzi.
"Desde esa comunidad también vinieron los elementos más eficientes de la acción encubierta del gobierno secreto, incluyendo a hombres como Luis Posada. No hay que sorprenderse que individuos como Posada tienen que regresar a su base de Miami y buscar, en sus últimos años, consuelo y aceptación por su consagración de toda la vida al terrorismo como arma política", reflexionó el investigador que añadió: "Sólo en Miami".
Esto dicho años antes del juicio de Posada en El Paso donde se ignoró a propósito el pasado eminentemente terrorista del viejo asesino, héroe de la guerra sucia del imperio contra América Latina.
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